martes, marzo 07, 2017

Treinta



Pensé que iba ser mas fácil sentarme a escribir como solía ser en tiempos de antaño. Pues llegue a mis treinta, cumplí dos tres cosas como graduarme, pero me falta la más importante. Hacer mi disco. Antes siempre tenía un pretexto encima, escuela y trabajo al mismo tiempo, falta de tiempo, falta de esto y de aquello, ya no. Lo peor de procrastinar es cuando llega la hora donde ya no puedes hacerlo más y recuerdas el tiempo que perdiste procastinando, un poco arrepentido. Ya no soy un adolescente, ya no soy tampoco un jovenazo veinteañero, me llegaron los treinta y como que no me avisaron.




Terminar una carrera fue difícil pero lo más difícil es volver a tu proceso creativo. Se perdió dedicándole el tiempo al Netflix, al Caralibro, a las cosas banales de la vida como un pinche aparato de 10 x 5 cm que brilla todo el tiempo, que vibra, que suena, que te absorbe. Que triste que ese aparato por el que pagas una lana te duerma el hemisferio derecho de tu cerebro, con el que creas, con el que se te ocurren las mejores melodías. Desgraciadamente la última rola que hice y grabe fue por dinero para un artista famoso, que asco me doy, una decepción más para el Marcos hippie del 2006 que nadaba contra el sistema capitalista con un celular sin ficha (saldo, como le llaman ahora) solo para recibir llamadas de su madre cuando amanecía en alguna fiesta en algún rincón oscuro de Ciudad Juarez y la pregunta de cajon era "Donde estas hijo?". Lo logro mi madre, me hice un capitalista graduado de una institución respetable en esta región y ahora falta desahogar todo mi hemisferio derecho que estuvo sedado por años.




Quería hacer una rola, de hecho varias pero primero quise desahogarme con un poco de letras enjauladas. Que curioso, llegue a mis treinta y apenas estoy leyendo El Principito. Voy en el cuarto capítulo y es una crítica perseverante a los adultos y se me ocurre leerlo hasta apenas ahorita. Es cierto, la gente grande solo piensa en Don Dinero, en éxito, en cosas tan superficiales que no te das cuenta cuando tu también las vas persiguiendo.




Como es posible obtener esa emoción que te hacía la piel chinita cada vez que tocabas la guitarra? Se fue la inspiración o llego la madurez? Cuanto es lo que pensaba ganar a mis dieciocho? NADA, no pensaba en dinero en carreras, en trabajo, solo pensaba en hacer música, teatro, y escribir. Estamos los artistas condenado a no ser felices en este mundo? O tenemos que sacrificar todas las comodidades y que tenemos frente a nosotros para crear un poco?