¦ un rayito chinga quedito ¦

El impertinente rayo del sol te aplasta. Te deshace, te quejas, y te sumes en la almohada. Súmale el dolor de cabeza y tu estomago confundido de tantas madres que le echaste la noche anterior. No sabes si quieres vomitar o cagar. Pero si estas muy seguro que tienes un putero de sed. Recuerdas que la cocina esta en la planta baja. Que hueva! Entonces corres al baño y te tragas el agua que sale del lavabo. No sabes ni que hora es. Vuelves a tu cama y observas con detenimiento el puto despertador. Seis áeme. Tratas de volver a dormir pero te das cuenta que el agua 'potable' no te quito la sed, y entonces te enfrentas con la decisión de ir a la cocina, el demonio de la hueva te dice que ni madres. Tu hígado con ojos tristes y una sonrisa ingenua te dice que vayas por agua. La hueva te ordena que te vayas a la cama, tienes frió y andas en puros boxers. Tu hígado te suplica que vayas por agua. Estas confundido, pero finalmente le haces caso a tu asqueroso hígado. Ayer lo maltrataste hasta más no poder, y ahora te arrepientes.

Vuelves a tu recinto con los huevos desacomodados. Te tomas casi un litro de agua de un jalón. Jaqueca es la palabra perfecta para definir lo que sientes, vulgarmente llamada cruda. Y luego el pensamiento torna a tu novia, la extrañas, la quieres en ese preciso momento. No puedes hacer nada por ello. Te sigue doliendo la cabeza y acomodas las persianas que por un descuidado espacio entra ese pinche rayito de sol tan tenue pero bien chinga-quedito. E intentas dormir de nuevo, no puedes, estas mareado y con nauseas. Ni madres no puedes dormir, te acuerdas de las pendejadas que hiciste ayer, cerveza tras cerveza, una copita de vino pa’ que arremangara, un sorbo de no supiste que pero parecía alcohol de caña. Unos cuantos cigarros, tres toques de una pipa a cambio de una chela. Y las putas rancheritos que te queman ahorita en la garganta.

Changos, te das cuenta que a las once comienza el partido de la selección. Hoy es pascua! Deberías estar en la iglesia o buscando huevitos con harina y confeti. Volteas a ver el despertador: seis treinta y nueve. Y maldices el tiempo, pasaron aproximadamente cuarenta minutos desde que te despertó ese rayito de sol, tan chiquito pero tan grande a la vez. Vuelves a tu almohada pensando en tu novia. De pronto te acuestas y ya no sabes ni que hasta que te despiertan los gritos de tu hermano gritando “GOOOOOL”. Fuck, ya empezó el partido. Entonces ya más descansado bajas las escaleras, agarras cualquier cobija, te acuestas en el sillón, acomodas los cojines, también los cojones, te metes la mano dentro del boxer y a disfrutar de un buen partido en la televisión.