jueves, noviembre 11, 2004

¦ lúgubre final de una historia de amor ¦

El lúgubre anciano manejaba la situación de tal manera que parecía un rito. Subió a su alcoba que era más triste y pálida que él. Se sentó en la esquina de la cama, no antes de haber cerrado las cortinas de la ventana. Lloró. No maldijo a los cuatro vientos, ni a la divinidad, ni a la creación, a nadie, se maldijo así mismo. ¿Por qué? Se preguntaba, ¿Soy un pendejo? Se decía a la mente. Y nadie le respondía y se amargaba más. Entonces sonó el repugnante sonido del timbre. Don Eulalio- gritaba una voz joven fuera- ¿Le pasa Algo? Don Eulalio, abra por favor. EL viejo salio de su cuarto, bajo las escaleras, vio a su esposa muerta sobre el tapete de la sala. La tomo de los pies y la arrastra junto con el tapete hacia la cocina. Finalmente abrió la puerta y fingió una sonrisa. Que pasa muchacho - pregunto don Eulalio, se le ofrece algo. Era Enrique Salamanca, su vecino. Escuchamos unos ruidos muy fuertes- dijo algo consternado. No se preocupe nada mas estaba clavando una repisa para mi Blanca, vallase con cuidado tenga unos centavitos para que los gaste en la tienda- el anciano cometió uno de sus peores improperios: mintió. Gracias Don Eulalio, nos vemos al rato- finalmente dijo Quique. Don Eulalio se metió a su casa y fue de inmediato a la cocina como si obedeciera a la orden de un general del ejercito donde el milito por mas de tres décadas. Vio a su Blanca del alma. La tomo con los restos de fuerza que le quedaban, le dio un beso en la frente y la llevo al sótano. Ya tenía todo arreglado como si fuera algo que habría practicado durante años. Una cama muy arreglada, velas, aroma de incienso parecía que era el cuarto donde sesenta y cuatro años atrás pasaron su luna de miel. La acostó sobre la cama, le limpio con un trapo húmedo las heridas y la poca sangre que tenia entre las hebras del cabello. La desnudo lentamente mientras él lloraba. Ya desnuda Doña Blanca que siempre fue una mujer muy bella, cuando cumplía los cincuenta años muchos pensaban que ella apenas alcanzaba las tres décadas. Siempre fue muy hermosa y aunque Don Eulalio no era de muy buen parecer, el hacia lo que otros muchachos no. El le recitaba poemas, le mandaba flores, nunca le faltaba al respeto, ni la beso hasta el día de su boda frente a las familias de ambos. Los dos tenían un apetito sexual prodigioso, se amaban en la mañana, después de comer, en la noche, a veces se amaban hasta diez veces al día. Siempre fueron muy activos en ese aspecto y los dos conservaban figuras muy cuidadas. Después de las Bodas de Oro que habían tenido catorce años atrás ella comenzó a desistir a las apasionadas noches que amenizaban juntos con menos frecuencia conforme iba pasando la edad pero que nunca faltaron. Don Eulalio la miro otra vez desnuda, con una vergüenza como la de un adolescente después de haberse masturbado. La observaba quedamente, le comenzó a tocar la cara de pocas grietas y arrugas suavemente deslizando sus dedos hasta llegar al cuello que tampoco era el de una anciana más bien parecía el de una mujer adulta. Le tomo con ambas manos sus dos pechos que se habían desistido lo más que pudieron a la gravedad. Eran medianos y llenos de una fragancia que había hipnotizado a Don Eulalio desde la primera noche que se amaron.

La penetro con la fuerza de antaño, mientras evitaba verle el rostro. Sentía como si fuera su primera vez. No se contuvo como lo hacia décadas atrás cuando los minutos pasaban pasajeros. Termino, Don Eulalio seguía llorando, la tomó en sus brazos y la metió delicadamente en una bolsa negra, espero a que anocheciera y la llevo hasta la cajuela del Cadillac Deville 1973. Fue al parque donde tiempo atrás ellos observaban el atardecer tomados de la mano y el joven Eulalio la acompañaba hasta su casa donde no era muy bien recibido por cuestiones de la alcurnia familiar. Con la misma pala con la que la golpeo hizo un hoyo inmenso que en la noche de su padecer parecía un lúgubre abismo. La dejo caer. Tomo una rosa de los bellos rosales que presumía el parque y la hecho sobre el cuerpo envuelto de Blanca. De pronto cuando ya había echado una cantidad considerable de tierra, vio que algo se movía. Oyó a la bella anciana decir: Me estoy ahogando. Apresuro el entierro y se fue en total pánico a su antiguo pueblo natal. Nadie supo que fue de Don Eulalio y Doña Blanca, jamás se les volvió a ver, alguien dijo que se murieron de viejos encerrados en la casa pero nadie se atrevió a entrar para dar certeza al rumor.

Marcos Vasquez

5 comentarios:

Miss Dulce dijo...

estas leyendo a garcia marquez, verdad? :)
suena a ti mezclado con el sr. gabo.

esta bien suave eso, cuando lees y te inspira a escribir asi.. yo me pongo toda salinger-esca cuando leo a salinger.



en fin, esta suave tu cuento :) tu poema tambien. se puede saber en quien pensabas cuando lo escribiste? no en alejandra, o si?

Tu papa dijo...

simon, je je estoy leyendo una mezcla de autores, marquez, allan poe, isamov. pero ya sabes que marquez es mi papa. el poema, je mmm bueno me inspire en unas situaciones por las que esta pasando ella pero no fue completamente dedicado a ella. aunque si se aplica muy bien. je gracias por los comentarios

el.lobo dijo...

estoy de cuerdo con dulce...jajajaja
no manches vato! las palabras guey...lugubre,....los escenearios,...cuando se la tira ya "muerta"....el final,....murieron solos dentro de su casa.....los nombres,....Don Eulalio....!!!!!!!
ya no lea al gabo,
y luego tambien los detalles poescos...la mata con una pala...no manches vato, jajaja

de cualquier forma me gusto, esta chido...

el.lobo dijo...

oye compre una botellita de rioja
haber cuando se arma la tertulia
y le damos matanga a la changa no?
hechame un cable sarrito...

Anónimo dijo...

a que olia la viejita??? a azahares?? yo creo que si... yo creo que eulalio estaba enojado, tenia bigote? y vaselina en el pelo? bueno bueno ya marcos imissya!! atte.- tribilin (asi me dices pinche) jaj lux!